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domingo, 10 de diciembre de 2017

Franconia

Este año ha sido un poco complicado laboralmente, y no he tenido más remedio que retrasar las vacaciones a finales de octubre, fechas incompatibles con la disponibilidad de mi acompañante más habitual. Así, aproveché para hacer un viaje de temática cervecil y, teniendo en cuenta que mi amigo Miguel Ángel sigue por allá, tomé la decisión de repetir la visita a Munich y de paso explorar Franconia. Además tuve la suerte de que al viaje se pudo sumar mi padre, con el que hacía ya muchos años que no disfrutaba de unas vacaciones, y juntos embarcamos a tierras bávaras.

Tras pasar 3 días en Munich fuimos a Franconia, región que desde hace tiempo tenía muchas ganas de conocer y que, por si alguien no lo sabe, es la región del mundo con más cerveceras por habitante. Nuestro primer destino fue Núremberg, una preciosa ciudad medieval aunque reconstruida casi desde sus cimientos tras el final de la II Guerra Mundial. La cerveza de los bares de esta ciudad no tiene nada que ver con la que se encuentra en Munich sino que predominan marcas como Tucher y Spalter, aunque ocasionalmente uno se puede topar con algún grifo de Augustiner. En los supermercados se ven multitud de marcas franconas, la mayoría totalmente desconocidas para mí, aunque no cogí ninguna porque tenía previsto visitar una de las mejores tiendas de bebida de Núremberg: Landbierparadies.

Este comercio se encuentra a escasos 10 minutos andando al Sur de la estación central de Núremberg, y se trata de un local relativamente grande abarrotado de cajas de plástico con botellas de cerveza de marcas de Franconia, y que seguramente abarcarán más de 100 fábricas distintas. También se pueden comprar vasos y jarras de dichas cerveceras, además de algunos licores locales. Los precios son los habituales de las tiendas no turísticas de Baviera, alrededor de 0'8 euros la botella de medio litro, aunque las escasas referencias artesanales creo que eran bastante más caras. En cuanto a la atención, a pesar de que el dueño sólo habla alemán estuvo muy dispuesto a la hora de recomendarme cervezas entre ese interminable arsenal.

Otro local de Núremberg del que también quiero hablar es Altstadthof Brauerei, localizado en pleno centro histórico. Esta fábrica y cervecería fue la primera en recuperar un estilo de cerveza tradicional de la ciudad, las Rotbier, cervezas de baja fermentación y color rojizo cuyos orígenes se remontan a la Edad Media. Allí paramos a descansar al final de un largo día y pudimos disfrutar de una jarra de su sabrosa cerveza por alrededor de 3 euros, si no recuerdo mal, en un ambiente tranquilo y relajado (excepto para la camarera, sólo una para atender alrededor de 40 personas). Ofrecían además la posibilidad de llevarse botellas de 1 litro de distintas variedades para beber en domicilio, además a un precio muy ajustado.

Evidentemente, estando a menos de una hora en tren no nos ibamos a quedar sin ir a Bamberg, ciudad de gran importancia por haber sido su conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993, y además hogar de un estilo de cerveza muy peculiar que ya ha pasado en varias ocasiones por el blog: las Rauchbier. Yo llevaba mucho tiempo queriendo visitarla y la verdad es que no me decepcionó ni a nivel cervecil ni tampoco arquitectónico aunque, a diferencia de Núremberg, la vi demasiado preparada para el turismo y le quitaba un poco de autenticidad.

A diferencia de lo que esperaba, las Rauchbier no se veían por todas partes sino que había que buscarlas un poco. Por suerte yo sabía perfectamente donde buscar, y al primer sitio que fuimos a hacer un descanso fue a la mítica cervecería Schlenkerla. El sitio es un auténtico laberinto y a veces resultaba difícil saber donde meterse, pero la cerveza... no exagero si digo que la Märzen de Schlenkerla tirada por gravedad desde barrica de madera es una de las 10 mejores cervezas de mi vida. También hay una pequeña tienda dentro del local donde comprar sus diferentes variedades a un precio bastante razonable, aunque hay que tener en cuenta que varias de ellas sólo se venden en una época determinada del año. Yo iba con la esperanza de poder coger alguna botella de su novedad, Fastenbier, pero no hubo suerte...

Para comer decidimos seguir los consejos de Rubén y Iñaki, que recomendaron salir de la parte turística e ir a otra de las cervecerías clásicas de Bamberg: Spezial. La verdad es que fue todo un acierto y, a pesar de que pedimos comida casi a ciegas por no ser capaces de entender la mayor parte de las palabras de la carta, disfrutamos una barbaridad. El local además era muy tranquilo, sin un solo ruido. En cuanto a la cerveza de esta fábrica, también me pareció excelente, quizá algo más delicada que la de Schlenkerla y con un ahumado menos intenso. Yo sigo prefiriendo esta última, pero no me resultaría raro que haya quienes sean más partidarios de Spezial.

A grandes rasgos esto sería la parte relacionada con la cerveza de las divertidas vacaciones que pasamos en Baviera. Para terminar la reseña voy a dejar una lista de las referencias que más me gustaron del viaje, en orden alfabético y no de preferencia:

- Aecht Schlenkerla Rauchbier Märzen (barrica de madera).
- Augustinerbräu Dunkel (grifo). 
- Hetzelsdorfer Fränkisches Vollbier (botella)
- Hofbräu Original (grifo).
- Hofbräu Winterzwickl (botella). 
- Leupser Dunkel (botella).
- Scheyern Kloster-Export Dunkel (botella).
- Schleicher Rauchbier (botella).
- Spezial Märzen (grifo y botella)
- Tegernseer Hell (botella)

domingo, 18 de octubre de 2015

Bretaña

Una de las regiones del mundo que más ganas tenía de visitar, sobretodo desde que una amiga me contó hace años lo experimentado durante los meses que estuvo viviendo allí gracias a una beca Erasmus, era la Bretaña francesa. Por si fuera poco, la detallada descripción que hizo Pau a la vuelta de su viaje por aquella zona (1, 2, 3, 4, 5 y 6) alimentó todavía más mis ansias, y ya al principio del verano tomamos la decisión de que nuestras vacaciones de Septiembre iban a transcurrir allí.

Nuestro plan era sencillo: alquilamos un pequeño apartamento en el centro de Lorient, tomamos prestado un coche, cargamos nuestras bicicletas, y nos preparamos para disfrutar durante una semana de las ciudades, los paisajes y la gastronomía bretona, incluyendo también su sidra, hidromiel y, por supuesto, sus cervezas. De todas formas no tenía la intención de que esta última bebida fuese la protagonista de las vacaciones, por lo que tampoco preparé una ruta por las diferentes fábricas que hay en esta región (que no son pocas) ni por tiendas especializadas que no pillasen de camino, sino que simplemente me iba a ir adaptando a lo que encontrase.

A pesar de esta cómoda estrategia la verdad es que no puedo decir que la buena cerveza escaseara, más bien al contrario, porque si hay algo que es llamativo de esta región es cómo la bebida local se ha extendido hasta formar parte del día a día. No es infrecuente ver marcas bretonas en los tiradores de los bares, principalmente Brasserie de Bretagne y Lancelot, aunque se puede encontrar de cuando en cuando alguna otra; también en los pequeños comercios se pueden ver botellas de fábricas artesanales, e incluso en prácticamente todas las grandes superficies hay botellas sueltas o packs con varias referencias distintas de la cervecera en cuestión, además a precios que harían sonrojarse a más de un elaborador nacional.

Por la zona de Lorient son habituales de las estanterías de los supermercados las botellas de las infalibles Lancelot y Brasserie de Bretagne, a alrededor de 1'5 euros la botella de 33 cl o 3-4 euros la de 75 cl, también he visto en algunos lugares las Mor Braz con agua salada a un precio similar, y algo más caras las Coreff. En pequeñas tiendas de alimentación se podía encontrar alguna referencia de La BorDée, Tri Martolod, An Alarc'h o St. Georges, normalmente rondando los 3 euros. Por último, también pasé por varias tiendas especializadas en bebidas como Vini Gusto, con un reducido espacio en el que se encontraban apenas 10-15 cervezas distintas, entre ellas alguna bretona fácil de ver en los supermercados y rarezas de países exóticos posiblemente de calidad cuestionable, y una tienda/cervecería llamada Vin & Bière, con varios locales repartidos por el país, y que si bien parecen estar centrados en Ale belga también tienen hueco para marcas de cualquier punto de Francia, además a precio razonable. (aunque bastante más caras que en supermercado)

Ya para concluir, entre las cervezas que pude tomar durante los días que estuve por ahí rondando guardo un recuerdo especialmente bueno de las Lancelot de barril, sobretodo de su Tripel Duchesse Anne; disfruté mucho con el reencuentro con las Britt, especialmente de su rica Witbier; sin que me pareciesen cervezas para el día a día aluciné con el sabor salado de Mor Braz; repetí alguna elaboración con base de chouchenn, aunque ninguna le llegó a la suela del zapato a las de Diaouligs que me regaló Pau hace algunos años; y por último también pude hacerme con alguna cerveza de estilos modernos, casi más por curiosidad que otra cosa.

Y con esto termino mi breve experiencia cervecil por Bretaña. Lo único que puedo decir es que, independientemente de si gusta o no la cerveza, es una región volcada por completo con el turismo, y si al buen trato que se le dispensa al visitante se le suma poder visitar hermosas ciudades como Rennes o St. Malo, espectaculares costas como las de Morbihan o Finistère (sin contar con el Mont Sant Michel), y tranquilos bosques con vías ciclistas interminables, el éxito en las vacaciones está casi asegurado.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Roma

Para este año había sobre la mesa muchos países y ciudades como destinos para el viaje anual que suelo realizar, sin embargo lo que nos faltaba era encontrar el momento más apropiado, principalmente por motivos laborales. Así, poco a poco fuimos retrasando la fecha y progresivamente descartando los lugares con un clima más frío hasta que al final nos encontramos con que sólo podíamos viajar en Diciembre, y con que dentro de las posibilidades la más apetecible era, con diferencia además, Roma.


Tengo que reconocer, muy a mi pesar además, que hasta este año jamás había puesto un pie en Italia, y tras este viaje debo decir que no sabía lo que me perdía. Un país plagado de edificios de gran belleza, obras de arte incomparables, paisajes idílicos, y una gastronomía completísima capaz de satisfacer al más exigente, con deliciosas carnes, quesos, embutidos, vinos, etc... En cuanto a Roma, jamás he visto tanta acumulación de historia y cultura en tan poco espacio; basta andar dos pasos pasos para encontrarse algún monumento o estructura de visita obligatoria, y si esto se suma a la vida que desprende la ciudad y a la actitud extremadamente acogedora de sus habitantes, a pesar de la gran cantidad de turistas que soportan durante todo el año, la ciudad se convierte en un destino muy recomendable.

En cuanto a la cerveza, que evidentemente va a ser el tema central de este artículo, durante el viaje me ha quedado clara una cosa, y es que su importancia ha pasado a ser capital en este país. Allá donde uno vaya va a encontrar cerveza artesana, ya sea en una tienda de barrio, un gran supermercado, un restaurante (algunos de ellos con su propia marca, normalmente elaborada en alguna microcervecería del país) o un pub cualquiera, si es que no se topa con algúna cervecería o tienda especializada en esta materia, que no escasean. ¿El problema? Es cara, francamente cara. De hecho me recuerda bastante al concepto de producto de lujo que algunas microcerveceras buscan para sus elaboraciones aquí en España, aunque multiplicado por diez.

Donde más asequible me pareció fue en los supermercados, pudiendo adquirir varias referencias italianas por alrededor de 5 euros la botella de 75 cl, entre ellas Terza Rima o Mastri Birrai Umbri, mientras que algunas otras, como por ejemplo Birra Baladin, casi doblaban el precio. En cuanto a las tiendas especializadas, posiblemente la más famosa sea Domus Birrae, en la céntrica vía Cavour. El número de cervezas distintas que se pueden encontrar en este gigantesco local es insuperable, aunque para mi gusto las fábricas italianas están sobrerrepresentadas, y además se mantienen en unas condiciones perfectas. Su principal inconveniente, y el motivo por el que no compré nada allí son los precios muy inflados: la única botella que encontré por debajo de 4 euros fue una Abbaye des Rocs (3'5 euros, tampoco era una ganga), mientras que todas las demás superaban con holgura los 4-5 euros. Pasé también por un local al Sur del Trastevere llamado Brew, en via Enrico Fermi, que si bien era algo más barato también obligaba a desembolsar al menos 3'5 euros para probar alguna referencia italiana, más o menos lo habitual en el resto de tiendas de este tipo. (me llevé Funky de Birrificio Sant'Andrea, una rica Porter)

Por último, en lo que respecta a los bares, la mayor parte de ellos tienen una oferta similar a la de cualquiera de nuestro país, pudiéndose encontrar ocasionalmente alguna cerveza artesanal aunque con la mayor parte del mercado copado por las grandes marcas italianas como Peroni, Birra Moretti o en menor medida Menabrea, y algunas importadas como Heineken, Ceres, etc.
Lo que uno no puede olvidar es que hay 3 o 4 cervecerías cuya fama atraviesa fronteras por la gran variedad y altísima calidad de referencias disponibles. Entre ellas están Bir & Fud, Brasserie 4:20 u Open Baladin, pero posiblemente la más conocida sea Ma Che Siete Venuti a Fa', un diminuto local en mitad del Trastevere en el que se pueden encontrar siempre multitud de joyas de barril, la mayoría italianas, y otras tantas maravillas de botella. Cuando estuve en este último aproveché para tomar una deliciosa Our Beersel Lambiek, mientras que mi acompañante se tomó una APA de Lambrate más que correcta, ambas en perfectas condiciones aunque a 6 euros los 0'4 litros. Tuvimos suerte, eso sí, en que no había tanta gente como suele ser habitual y pudimos beberlas cómodamente y con calma.

Posiblemente no es tan conocida es una cervecería llamada Birrifugio, un garito cerca de la Stazione di Trastevere y ya lejos de la zona más turística, y sin embargo se convirtió en mi destino preferido para descansar con una cerveza después de las agotadoras jornadas turísticas a las que nos sometíamos. No tenían tantas referencias como en otros sitios pero su selección a mí me pareció más equilibrada, tanto en estilos como en procedencias, pudiendo encontrar por igual agresivas cervezas modernas italianas y clásicos extranjeros como por ejemplo Augustinerbräu Edelstoff de barril. Además el trato me pareció más cercano y el servicio mejor que en Ma Che Siete, aunque tampoco se podría decir que el de este último estuviese mal. La primera vez que estuve yo no pude resistir la tentación de pedir la Gose de Bayerischer Bahnhof de barril, cerveza que volvería a beber encantado a pesar de lo extraño que es el estilo, mientras que la musculosa optó por una excepcional Pale Ale de Founders, servida de cask.

A nivel de cerveza esto fue a grandes rasgos todo lo que dio de sí la semana que pasamos en allí, el resto del tiempo estuvo invertido en intentar exprimir al máximo esta inabarcable ciudad. Si alguien se ha quedado con ganas de conocer más lugares de Roma relacionados con esta bebida, recomiendo encarecidamente echar un vistazo a la pormenorizada revisión que hizo el Lupuloadicto a principios de este año. (parte I / parte II / parte III / parte IV)

sábado, 22 de junio de 2013

Munich

Que tengo tanta debilidad por Alemania como por las cervezas de este país no es un secreto, creo que quedó bastante bien reflejado en las anteriores reseñas de un par de escapadas que hice a Düsseldorf y a Colonia. Por esto mismo, resulta curioso que hasta este año nunca hubiese pisado la región de este país, y probablemente del mundo, más prolífica en lo que a cervezas respecta: Baviera. El viaje lo había decidido hace ya unos cuantos meses, cuando mi amigo Miguel, uno más en la larga lista de titulados superiores que no ha tenido más remedio que huir al extranjero, me invitó a pasar unos días en su nueva casa en el centro de Munich. Así, a finales de Abril cargué mi maleta de toda la comida nacional (más concretamente navarra) que me vi capaz de cargar, y me fuí a Bilbao para coger el avión que me llevaría a la capital bávara.

Nada más llegar me quedó clara una cosa: Munich ES cerveza; habiendo apenas salido de la zona de recogida de equipajes se encuentra la primera cervecería con marca propia, Airbräu, que no llegué a probar por temas de agenda, pero de la que me han llegado relativamente buenas referencias, al menos para ser una cerveza del aeropuerto. Una vez en el centro de la ciudad, paseando hasta la hora en la que mi amigo salía de trabajar, comprobé que eso solo era un anticipo a lo que me esperaba, puesto que todo el Altstadt está sembrado con cervecerías y supermercados donde se pueden encontrar las 6 cervezas clásicas de la ciudad (Augustiner-Bräu, Franziskaner, Hacker-Pschorr, Löwenbräu, Paulaner y Spaten), junto con innumerables botellas de otras marcas, principalmente bávaras, aunque también hay hueco para importadas. Estas últimas no parecen tener demasiado éxito entre la población, ya sea por el orgullo que profesan hacia sus propias cervezas o por que su precio triplica, como mínimo, a las locales.

Además de visitar la hermosa ciudad, plagada de sitios interesantes que visitar, hasta el punto de que es físicamente imposible abarcarla en una semana, también quería aprovechar para disfrutar de su amplia tradición cervecera. No obstante, aunque no me hubiese interesado este tema habría resultado complicado no empaparse de esta cultura, puesto que allá donde vayas encuentras un Biergarten estratégicamente emplazado, al que resulta difícil resistirse. Es uno de los más famosos, y con seguridad lo mencionarán en todas las guías de la ciudad, pero veo necesario recomendar, por si acaso, el de la Chinesischer Turm, en el Englischer Garten. Eso sí, en este tipo de establecimientos hay que asumir que nos va a costar entre 3 y 4 euros cada jarra de 0'5 litros, y alrededor de 7'5 euros el Maß.

¿Y qué pasa si hace mal tiempo, hecho que no es excepcional en Baviera? Pues tan fácil como ir a cualquiera de las muchas cervecerías de la ciudad o, por qué no, a las oficiales de las 6 marcas de Munich. En este viaje yo visité únicamente dos: nada más llegar fui a descansar y comer algo a la Hofbräuhaus, donde devoré un par de Weisswurst con salsa de mostaza y miel acompañadas con medio litro de Hofbräu Original; y una noche a mitad de las vacaciones, tras una breve incursión en la Frühlingsfest, disfruté en la Weisses Bräuhaus de un par de Schneider Weisse Meine Hopfenweisse de barril, tan deliciosas como podéis imaginar.

Sin duda hay muchas cosas que hacer, y muchas maß que beber, en la capital bávara; no obstante, si se tiene ganas de más, las posibilidades son infinitas. Una de las opciones que más apetecible me resultó fue la de sacar el Länder Ticket, que permite viajar en tren durante todo el día en el estado de Baviera por alrededor de 10 euros, y así poder visitar interesantes lugares de los alrededores. Entre ellas estarían varias fábricas de cerveza mundialmente famosas como Andechs o Weihenstephaner, la bella y ahumada ciudad de Bamberg o, por lo que me decidí finalmente, el espectacular Tegernsee, situado en los Alpes bávaros, a una hora en tren de Munich. Ese día hicimos una excursión de un par de horas que terminaba en la cima de una pequeña montaña, donde nos esperaba, cómo no, un Biergarten. Allí devoramos un delicioso Schnitzel, mientras yo me rehidrataba con la marca local, Tegernsee, de la cual no me volví a separar en el resto del día. Tras bajar otra vez al pueblo, volvimos a recuperar energías en el Biergarten de la Brauhaus  Tegernsee, donde probamos las ricas Helles y Dunkel de la marca antes de iniciar el regreso a la capital.

Con esto concluyo el resumen de los aspectos cerveciles de mi visita a Munich, viaje que en mi opinión es imperdible para todo amante de la cerveza, y más que recomendable también para los que no tienen tanto interés en este tema... aunque, eso sí, es mejor llevar la cartera llena. Yo tuve además la suerte de contar, además de con Miguel, con la compañía de un bávaro fanático de la cerveza, el genial Martin, que me aconsejó con mucho acierto sobre las cervezas a probar. Quiero terminar simplemente con una lista de las mejores que he probado allí, por si alguien se aventura a viajar allí y le apetece probar alguna:

- Aecht Schlenkerla Rauchbier Märzen.
- Andechs Doppelbock.
- Augustiner-Bräu Lagerbier Hell, Augustiner-Bräu Maximator, Augustiner-Bräu Pils.
- Hacker-Pschorr Stern-Weisse.
- Hofbräu Original.
- Paulaner Original Münchner Dunkel.
- Schneider-Weisse TAP 5: Meine Hopfen-Weisse, Schneider-Weisse TAP 6: Unser Aventinus.
- Tegernsee Dunkel Export, Tegernsee Spezial, Tegernsee Tegernseer Hell.
- Unertl Weissbier.

Y nada más me queda por decir, salvo agradecer a Miguel y a Martin su hospitalaria hospitalidad. ¡Prost!

miércoles, 4 de abril de 2012

Polonia

Es evidente que la oleada de cervezas polacas que invadió Hipos a lo largo del mes pasado no fue casual, sino la consecuencia previsible de una semana de vacaciones en este país con algunas de mis compañeras (o ya ex-compañeras) de Universidad. Elegimos este destino con un amplio consenso tanto por su interés turístico como por sus bajos precios, muy adecuados para nuestro bolsillo de estudiantes, y en mi caso también influyó el gran aprecio que tengo por el Este de Europa y su gastronomía, que me hace salivar solo con pensar en ella.

Repartimos los 8 días que duró el viaje entre Cracovia y Varsovia, con la casi obligatoria excursión de un día de duración desde la primera hasta los campos de concentración y exterminio cercanos a Auschwitz, tan sobrecogedores como cabría esperar. Sorprende el contraste entre las dos ciudades: Cracovia resulta encantadora, con su casco histórico perfectamente conservado, de aire algo medieval, y sus calles llenas de gente la hacen cálida y acogedora, muy similar a cualquier ciudad alemana; por su parte Varsovia tiene otro ambiente, es fría, sobria, de calles monstruosamente grandes, por donde circulan a toda velocidad cientos de personas, y parques de dimensiones titánicas, y aunque no por ello pierde encanto sí que es cierto que es otro mundo, parece "menos europea y más rusa", si se entiende lo que quiero decir.
Enlace
En cuanto al tema de la cerveza en Polonia, tiene sus luces y sus sombras, y con alguna diferencia me recuerda bastante a lo que experimenté en Rumanía. Los supermercados y pequeñas tiendas de bebidas están abarrotados de marcas polacas como Żywiec, Warka, Królewskie, Żubr, Tyskie, Okocim, Dębowe, Wojak, Harnas, Lech, Tatra, etc, y en casi cualquiera que entres puedes encontrar más de una veintena de botellas distintas, además a precios que pueden variar entre 2'5 y 4 złoty la botella de medio litro, lo que viene a ser 0'62 - 1 euro aproximadamente. (1 euro = 4 złoty) La parte mala es que la amplia mayoría son euro-lager producidas por Heineken o SAB-Miller, aunque afortunadamente otros estilos, sobretodo Bock y Porter, parece que van aumentando su cuota de mercado, e incluso en algunas ocasiones es posible toparse con varias botellas de la marca Ciechan, supuestamente artesanal. Así pues, para comprar productos de microcerveceras polacas no hay más remedio que recurrir a las escasísimas tiendas especializadas, donde dichas cervezas suelen rondar los 5 złoty.

Este contexto de hegemonía de las macrocerveceras, que realmente es aplicable a la mayor parte del Este de Europa, puede ser algo frustrante, pero no es razón para desanimarse puesto que incluso con estas marcas (la mayoría bastante decentes y alguna excepcional, como Żywiec Porter) es posible sumergirse en la cultura cervecera polaca experimentando con sus mezclas tradicionales: piwo z sokiem, cóctel de cerveza con zumo de frutas, y la para mí más interesante piwo grzane, una combinación de cerveza caliente con miel, clavo y canela.

De todas maneras, soy consciente de que este tipo de costumbres tienen bastantes detractores, pero ni siquiera ellos tienen por qué conformarse con beber lager simplonas si no encuentran marcas artesanales puesto que hay un número considerable de brewpubs diseminados por el país que elaboran cerveza de razonable calidad, o al menos este era el caso del de la cadena Bierhalle en el que estuve en Varsovia, donde por 8 złoty me pude tomar una jarra de Marcowe, una Märzen que me dejó muy satisfecho. En el caso de que este plan tampoco les convenza, recomiendo no complicarse la vida y beber Żubrówka, que también está muy rico.

Así termino el breve resumen del ámbito cervecil de mis vacaciones. Si aún queda alguien que no está convencido para ir a Polonia, he de decir que en realidad el tema de la cerveza casi es lo de menos: solo la extraordinaria belleza del país ya sería motivo suficiente para visitarlo, si a eso se le suma su exquisita gastronomía el viaje se convierte en una obligación.

viernes, 14 de octubre de 2011

Rumanía

Hace aproximadamente un año y medio estuve en Rumanía visitando a una compañera de clase que estaba cursando una beca Erasmus en el país, concretamente en Cluj-Napoca, capital histórica de la región de Transilvania. Fue un viaje sin duda apasionante, muy divertido y que me permitió admirar las bellas ciudades y paisajes de la zona, además de disfrutar de la exquisita gastronomía rumana, muy apta para estómagos insaciables como el mío. Solo hubo un único punto negativo en esa semana, y fue el referente al tema que tratamos en este blog: la cerveza.

Al poco de llegar pude comprobar como en el mercado cervecil rumano hay una cantidad de marcas diferentes considerable, habitualmente en botella de 50cl, lo cual para mi gusto siempre es de agradecer, disponibles en casi cualquier tienda a precios muy bajos, siendo las más frecuentes Ursus, Ciuc, Bergenbier, Silva, etc. Por desgracia pertenecen la mayoría a los grandes grupos cerveceros que todos conocemos, motivo por el cual dentro de este amplio número de referencias la variedad es prácticamente nula, siendo casi todas Pale Lager de unos 5º de alcohol sin demasiadas pretensiones, exceptuando la más que decente Ursus Black, además de Silva Black y Stejar Strong Beer.

Pues bien, la semana pasada emprendí mi segundo viaje al país, aunque en esta ocasión acompañado de la musculosa Ana, y casi me atrevería a afirmar que algo está cambiando en la cerveza rumana, aunque sea muy poco a poco. Lo que me sugiere dicha transformación del panorama cervecil es que en el tiempo transcurrido entre mis dos visitas son varias las fábricas, entre ellas Ursus y Proberco, que se han animado a elaborar cervezas que ellos denominan "Nefiltrată", que no son otra cosa que Witbier. Por supuesto no es la revolución de las microcerveceras americanas, pero parece indicar que el consumidor reclama algo más que la rubia de toda la vida, lo que obliga a las macros a satisfacer sus exigencias.

Además de este detalle, también me ha llamado la atención la mayor oferta de cervezas de importación disponible tanto en bares como en supermercados, habiendome topado en el transcurso de esta semana un buen número de marcas alemanas y checas principalmente, y hasta alguna británica. (por ejemplo, he podido probar por primera vez Marston's Best Bitter, comprada por apenas 2 euros en un 24/7, y en una cervecería de Brașov encontré varias de Sepherd Neame) En resumen, algo se mueve en Rumanía, quizá más lentamente de lo que a muchos nos gustaría pero quien sabe, quizá en 5 o 10 años nos encontremos un panorama similar al español, con cada vez más microcervecerías en activo, muchas de ellas haciendo un muy buen trabajo.

En cuanto al viaje solo tengo intención de hacer un muy breve comentario: hemos estado 3 días en Cluj-Napoca, localidad llena de vida gracias al ritmo que le imprimen los miles de estudiantes que la habitan y que la hacen una de las mejores opciones a la hora de salir a divertirse; a continuación fuimos a la oscura Brașov, pegada a los Cárpatos, donde pudimos disfrutar de tanto de la ciudad como de los hermosos parajes que la rodeaban, además de hacer pequeñas incursiones en alguno de los castillos adyacentes relacionados con Vlad Ţepeş; y por último pasamos un día en Sighișoara, pequeña población declarada Patrimonio de la Unesco, de una belleza inimaginable, donde nos deleitamos de deliciosa comida tradicional rumana acompañada por ţuica y palincà. Tras pasar nuevamente unos días apasionantes en el país, huelga decir que lo recomiendo sin lugar a dudas.

lunes, 25 de abril de 2011

Turquía

Llevaba, junto con los demás compañeros de clase, varios meses dándole vueltas a las distintas posibilidades que teníamos a la hora de organizar un viaje para celebrar el fin de nuestro paso por la Universidad, hasta que en Diciembre se fijaron mediante votación 3 posibles destinos a los que cada uno se podía apuntar según sus preferencias: Lanzarote, Egipto y Turquía. Como la idea de Lanzarote no me entusiasmaba, no porque no me gusten las Canarias sino porque desde Zaragoza puedo visitar la isla en cualquier momento por un módico precio, y las fechas del viaje de Egipto no eran compatibles con mis obligaciones (menos mal, porque era en Febrero, mala época para visitar el país) al final me acabé decidiendo por Turquía y el primer Domingo de las vacaciones de Semana Santa embarqué junto con otros 10 premédicos rumbo a tierras otomanas.

Los 3 primeros días los hemos pasado en Estambul, la ciudad mas grande de Turquía con casi 10 millones de habitantes, disfrutando tanto de sus bulliciosas calles y de la arquitectura de sus incontables edificios y templos de interés cultural como de su gastronomía. En todos estos aspectos mi satisfacción ha sido plena, realmente el único punto que me ha resultado decepcionante de la estancia en esta ciudad ha sido precisamente el que tratamos específicamente en este blog, y es que el mercado cervecil es un monopolio del grupo Anadolou Efes Brewery, siendo bastante difícil encontrar una botella que no este producida por esta cervecera. De todas maneras, y pese a que no ofrecen nada más allá de cervezas industriales, también he de reconocer que se dejan beber.

Por suerte, cuando ya había perdido la esperanza de beber algo medianamente interesante, encontré de pura casualidad en los alrededores de la Torre de Galata unas botellas elaboradas por un Taps, un brewpub que se fundó en Ankara en Marzo del 2008 pero que ya se ha expandido a otras ciudades del país, las cuales me guardé para tomarlas en mi hotel en otro momento. Esta no fue la única sorpresa agradable del día y pocas horas más tarde, después de cenar en el Barrio de los Pescadores apareció al salir de la calle Büyük Bayram, en el 25 de la calle Balo, el brewpub Balans Bräu. Sirven 3 cervezas distintas, una Pils, una Dunkel y una Weizen; no sé si porque no tenían o porque el camarero no parecía entender ni una palabra de inglés solo pude probar la primera, y la verdad es que sin ser una maravilla tampoco estaba nada mal, y los precios eran razonables para lo que cuesta el alcohol en Turquía, a 6 liras turcas (TRY) el medio litro. Lo único que no me gustó demasiado fue la música techno a todo volumen que inundaba el local, no demasiado apropiado para este tipo de establecimientos.

Los demás días del viaje los pasamos en el la región de Capadocia, en Anatolia Central, donde es mejor acudir sin demasiadas pretensiones cerveciles puesto que lo más probable es que solo vayamos a poder tomar cervezas del grupo Efes, al menos a mí me resultó imposible encontrar otra cosa. Eso sí, recomiendo encarecidamente no dejar de visitar esta zona por ese motivo puesto que los paisajes naturales de esta zona son únicos, de una belleza que no es fácil de igualar. Como despedida, dejo una fotografía que hice donde se ven las chimeneas de hadas tan típicas de esta zona.


miércoles, 9 de febrero de 2011

Colonia (repetimos, parte II)

Pensaba repartir los 3 días del breve viaje post-examenes por tierras alemanas entre 3 ciudades: Düsseldorf, Colonia y Dortmund, lugar de nacimiento de 3 estilos de cerveza distintos, Altbier, Kölsch y Dortmunder respectivamente. Al final, y por el simple motivo de que el primer día dejé bastantes cosas de la primera ciudad pendientes de ver, decidí renunciar a Dortmund para exprimir Düsseldorf al máximo, puesto que de ninguna manera estaba dispuesto a sacrificar el día en Colonia, ciudad que tanto me gustó en el primer viaje que hice a esta zona, en esa ocasión con Sir Asf.

Nada más llegar, tras un breve paseo por el centro de la ciudad, opté, para evitar problemas con los horarios alemanes que no acabo de controlar y por abastecerme de alguna cerveza interesante para el día, empezar una caminata de 45 minutos que me llevaría al 296 de Kalkerhauptstraße, al otro lado del río, donde se localiza una tienda especializada a la que ya le había echado el ojo, Bierzwerg, pocos metros después de encontrarse con la fábrica de Sünner. Había leido cosas muy buenas de ella pero ni de lejos me imaginaba lo que me iba a encontrar, y es que dentro de un pequeño local de aspecto inofensivo se ocultaba el mayor arsenal cervecil que he visto en mi vida, estanterías repletas y a su alrededor torres de cajas llenas de cientos de botellas de distintas marcas. Para más inri, y esto no es habitual en una tienda alemana, a pesar tener una buena selección de cervezas de todo país, la cantidad de cervezas extranjeras era también importante, incluyendo marcas de muy diferentes orígenes.

Curiosamente el dueño, además de explicarme que tenían pensado cambiar de localización en un plazo de uno o dos años porque el edificio se les hacía pequeño para las más de 500 marcas diferentes que vendían, me comentó también que varias personas se les habían quejado de lo poco organizado que estaba el interior. En ese momento estuve por ofrecerme a partirles las piernas a los herejes que ante una tienda donde no caben (físicamente) más cervezas la sensación que experimentan es de incomodidad ante el desorden, pero estaba demasiado hiperactivo viendo apetitosas botellas por todas partes y el pensamiento me duró apenas unos segundos, exactamente los que tardé en localizar la zona de las Kölsch.

Al final, después de una breve conversación con el dueño (parece que vaya por la vida dándole palique a la gente, pero no os confundáis... es cierto) le pregunté por las Kölsch que le parecían más interesantes, a lo que me respondió que sus favoritas eran Mühlen y Sünner y, puesto que la primera ya la había probado y es fácil de encontrar por la ciudad, me llevé una botella de la segunda junto con una Aecht Schlenkerla Eiche y la Pink Panther que comenté la semana pasada, elaborada en la cervecera más pequeña de la ciudad, además por menos de 5 euros la suma de las 3. Sin nada más que hacer por esa zona, y tras comprobar que no existía la posibilidad de visitar la fábrica de Sünner, no me quedó otra que volver a la ribera del Rin, donde tenía pensado almorzar un Lahmacun para recargar energías y aliviar los pies.

De nuevo en el centro de la ciudad, he de reconocer que tampoco hice gran cosa turísticamente hablando: pasear por la orilla del río, beber alguna Kölsch más, comprobar que el Museo de Lindt era extremadamente caro y no incluía comer todo el chocolate que se quisiese/nadar en una cuba de chocolate, disfrutar de la belleza medieval de las callejuelas del Altstadt y la afamada Catedral de Colonia... hasta el momento en el que el hambre y el cansancio me dirigieron, pese a mis esfuerzos por evitarlo, a la cervecera Pfaffen, en pleno casco histórico. Allí, por unos 7 euros si mal no recuerdo, engullí un Halver Hahn con su Bock, cerveza que solo sirven en invierno frente a la Weizen disponible únicamente en fechas veraniegas. La verdad es que tanto bebida como comida estaban riquísimas, el único punto malo fue que pareció que el camarero me metía prisa para que terminase, aunque puede que únicamente se tratase de una interpretación equivocada causada por problemas lingüisticos.

Con esta última parada puse punto y final a mi día en Colonia, pero antes de la foto de despedida de rigor me gustaría destacar las 3 marcas de Kölsch que en mi opinión nadie que visite esta ciudad debería perderse, que son Sünner Kölsch, Mühlen Kölsch, y quizá en menor medida Reissdorf Kölsch (además esta parece que no es demasiado apreciada por los lugareños). De todas maneras, y a diferencia de con las Alt, en este caso aún me queda alguna que otra marca que probar... aviso por si acaso lo aviso.

lunes, 31 de enero de 2011

Düsseldorf (repetimos)


Este verano Sir Asf y yo, junto con un par de amigos más, cogimos un vuelo a la ciudad alemana de Düsseldorf, teníamos ganas de conocer la ciudad y abusar un poco del estilo de cerveza originario de esta, las Altbier y, por qué ocultarlo, también nos sedujo que el precio del billete desde Zaragoza rondaba los 25 euros. No obstante me quedé con ganas de más así que me pareció una buena idea el aprovechar los 10 días de vacaciones que tenía tras el último examen de la carrera (^^) para exprimir al máximo esta ciudad, con el añadido de que iba a ser en una época del año totalmente opuesta. La principal diferencia en esta ocasión es que no iba a contar con compañía, más por decisión propia que otra cosa, y es que de vez en cuando me gusta hacer viajes en solitario, me relaja y aprovecho mucho el tiempo.

La Ciudad

La verdad es que poco puedo comentar sobre ella que no se encuentre en cualquier guía de viajes, y evidentemente en 6 meses que han pasado desde la última vez que la visité los cambios han sido mínimos, por motivos invernales la ciudad quizá estaba algo más triste y gris de lo que ya de por sí es, pero por lo demás todo parecía seguir igual.

No puedo decir que me parezca una ciudad especialmente bonita, aunque debo que reconocer que hay zonas y edificios impresionantes, pero por otra parte el Rin le da un gran atractivo, y es que es un río de una belleza difícil de igualar (solo al Danubio lo pondría a su altura). Sin embargo, hay dos zonas de la ciudad que me gustaría destacar, ambas en mi opinión bastante interesantes.

Una de ellas ya la conocía, el Altstadt o casco antiguo, bordeado por la popular avenida Königsallee (en la foto), donde pasamos gran parte de nuestra visita veraniega, con sus germantásticas calles adoquinadas donde a la vuelta de cada esquina por pura casualidad te podía sorprender el encontrarte uno de los múltiples brew-pubs que producen sus cervezas en el corazón de la ciudad. La otra no llegamos a verla en el viaje anterior y es el puerto de la ciudad, llamado Media-Harbour, de donde zarpan algunos de los barcos que surcan el río, y que está rodeado de varios edificios de arquitectura cuanto menos curiosa.

Para terminar este apartado, me parece interesante mencionar que aparte de en los supermercados, donde si tienes suerte te puedes encontrar con las mejores marcas de cerveza alemana, tanto de la ciudad como de otras partes del país, existe una cadena de grandes almacenes llamada Kaufhof, muy similar al Corte Inglés, donde aparte de las Alt mejor valoradas por los alemanes están a la venta cervezas muy interesantes de todo el mundo. Como muestra, la imagen la tomé en el establecimiento situado en el cruce de Oststraße con Graf-Adolf-Straße, y sí, eso son Fuller's Vintage 2009.

Las Brauerei

Uno de los puntos fuertes de Düsseldorf, cervecísticamente hablando, es que ofrece la oportunidad de beber muchas de las diferentes Altbier en la propia fábrica, pues muchas de ellas funcionan como brewpubs, y si hay varias marcas que son excelentes, tomadas en su lugar de nacimiento parecen cervezas de otro mundo.

Dentro del Altstadt, mi sitio favorito para tomar una cerveza es Zum Uerige y por supuesto no desperdicié la oportunidad de volver a tomar allí su excelente Alt. Es un local bastante grande, al menos en comparación con las brauerei de otras marcas, donde por 1'70 euros se puede tomar una caña de su cerveza, con la posibilidad de acompañarla de alguno de los platos que preparan en sus cocinas. Además, también están disponibles otros modelos de la marca, como la Weizen o la Sticke, aunque de esta solo se puede disfrutar el tercer jueves de Enero y el tercero de Octubre.

Por supuesto hay más, no me disgustó la recientemente abierta Brauerei Kürzer salvo por el hecho de que era de las pocos locales de este tipo donde se podía fumar, y por ahí estaban también Brauerei im Füchschen, Brauerei Zum Schlüssel. Curiosamente, el brewpub más antiguo de Düsseldorf está fuera de la zona del Altstadt, es la célebre Brauerei Schumacher, también en Oststrasse, que al igual que Zum Uerige también tienen un Alt especial, en este caso llamada Latzenbier, y que también recomiendo visitar.

Las Altbier

Hemos hablado ya varias veces sobre este estilo, claro que no hemos comentado, ni creo que nunca lleguemos a hacerlo, todas las marcas que se elaboran en Düsseldorf. No obstante, entre este viaje y el anterior no son demasiadas las que me quedan por probar, lo cual me ha permitido hacerme una idea bastante clara de cuales considero mejores y cuales peores. Por supuesto es una cuestión de gustos en la que no hay una verdad absoluta y se puede no estar de acuerdo, pero yo he decidido mojarme y las voy a clasificar en tres categorías:

- Las que menos me han gustado, y que no volvería a perder el tiempo con ellas: Frankenheim Alt, Hansa Alt, Oettinger Alt. (las dos últimas nada tienen que ver con Düsseldorf aunque se vendan allí)

- Buenas, aunque no espectaculares: Schlösser Das Alt, Gatz Alt, Kürzer Alt, Füchschen Alt, Diebels Alt (esta estaría un poco en la cuerda floja).

- Excelencia embotellada: Uerige Alt, Schumacher Alt, Schlüssel Alt.

De estas tres últimas si me tuviese que quedar con solo una sería una decisión difícil, cada una tiene alguna característica que me encanta. De todas formas, guardo un recuerdo especial de la botella de Schlüssel que bebí en esta última visita sentado en la orilla del Rin, que me pareció de las mejores cervezas que me había bebido en mi vida, así definitivamente esta va a ser mi elección final.

Y hasta aquí el resumen de la parte del viaje dedicada a esta ciudad, supongo que a lo largo de las dos semanas siguientes publicaré mi estancia en Colonia junto con las tres reseñas que aún me quedan de las cervezas bebidas en esa ciudad. Espero que os haya gustado.


miércoles, 22 de septiembre de 2010

Londres

Cuando el trabajo durante el curso no da los frutos esperados en Junio (o, como suele ser más frecuente, cuando dicho trabajo ha sido insuficiente), Agosto se convierte en un mes bastante duro, agotador y aburrido a partes iguales. Por ello, tras unos satisfactorios examenes de Septiembre decidí emplear el escaso dinero que aún me quedaba en una especie de auto-premio, un viaje de 5 días a la capital británica acompañado por la preocupantemente musculada Ana.

A estas alturas no es un secreto que Londres es una ciudad muy cara, y como ya he dicho mi situación económica no es precisamente boyante, así que intentamos ahorrar en la mayoría de los aspectos del viaje, el primero de ellos en el alojamiento. Buscando por Internet encontramos varios hostales cuyo precio oscilaba entre 10 y 20 £, uno de ellos estaba emplazado en la famosa Camden Town, distrito alternativo donde los haya, lo cual nos pareció muy atractivo así que fue el que escogimos definitivamente, quedando razonablemente satisfechos pese a que es probablemente uno de los barrios más ruidosos de Londres, al menos por la noche.

Por supuesto, también intentamos evitar gastar más de lo necesario en comida, y salvo una mañana que tomamos un típico desayuno inglés consistente en salchichas, alubias, huevo, champiñones, panceta, torrijas, etc no pisamos un restaurante, y recurrimos a bocadillos al mediodía y comida china, japonesa, tailandesa, mexicana, hindú o italiana para la cena, a unas 4£ el plato. También tuve que hacer unos recortes en tema de cervezas, aunque tampoco fueron demasiado duros, pero eso ya lo contaré más adelante.

La Ciudad

Nada puedo decir de Londres que no esté ya en las innumerables guías sobre esta ciudad que circulan por el mundo, así que me voy a limitar a unos breves apuntes sobre mi experiencia personal. Pateé Camden, Bloomsbury, Clerkenwell, Westminster, Notting Hill, Regent's y Hyde Park, Soho, St. James, Brompton y por supuesto me quedaron muchas cosas por ver, pero si tuviese que destacar algo sería los maravillosos jardines de Hyde Park, repletos de ardillas hiperactivas, la National Gallery y el British Museum, los espectáculos callejeros del Soho, las tremendas calles de la zona de Westminster, el ambiente nocturno de Camden (pese a que de este barrio me echa un poco atrás el consumismo extremo que hay, disfrazado eso sí de alternativismo y rebeldía), el excelente trato de absolutamente todos los londinenses con los que tuvimos trato, siempre dispuestos a echar una mano a un par de turistas perdidos y además con una amabilidad exquisita, y por supuesto los pubs británicos, en las que profundizaré a continuación.

Los Pubs

Salí de Zaragoza con una buena lista de direcciones en la cartera, parte de ellas proporcionada por Boak and Bailey, a quienes agradezco las estupendas recomendaciones una vez más, y otras tantas sacadas de esta página donde relata de forma muy amena donde encontrar pintas a 2 £ en Londres, algo de mucha utilidad en una ciudad donde según el sitio te pueden costar hasta el doble. Como aliciente, los pubs de los 2 £ la pinta venden Samuel Smith, marca que la verdad me gusta mucho, por lo que no me supuso en absoluto un sacrificio tomar unas cuantas Cask Ales allá.

Quedé encantado con el ambiente de las cervecerías que visité, ni rastro de molestos humos, nada de música que impida conversar sin tener que gritar, gente charlando tranquilamente, y siempre un mínimo de 5 o 6 grifos que permitía elegir la cerveza del estilo que más apeteciese en el momento. En lo relativo a este aspecto me cautivó especialmente The Angel, en St Gilles St. 61, muy pequeño y casi sin gente, donde muy a gusto me bebí una Bitter mientras descansabamos de tanta caminata en el Soho. Sin embargo en cuanto a imagen la palma se la lleva Princess Louise, en High Holborn 208, debido a su impresionante decoración victoriana.

Durante la mayor parte del viaje estuve probando distintas variedades de cervezas, la mayoría de ellas bastante conocidas, desde las distintas Samuel Smith, varias Young's, una Bombardier, Fuller's Honey Dew y aun cayó alguna otra de esta marca, London Pride, y un par de IPA, una Greene King y otra cuyo nombre no recuerdo. Sin embargo esto cambió cuando el Lunes por la mañana, unas horas antes de huir al aeropuerto, hicimos una visita al pub que Boak & Bailey más expresamente recomendaron: The Gunmaker's. Según ellos, este local es excepcional por la calidad de las cervezas y por el cuidado con el que su dueño las trata... y no puedo estar más de acuerdo. Allí tomé una pinta de Woodforde's Wherry, una Bitter estupenda, y Moorhouse's Black Cat, una Mild increible que me recomendó el dueño y me dió a probar mientras me daba algunos datos sobre el estilo, y de la que no pude evitar pedir otra pinta. Por desgracia no me dió tiempo a atacar a Mad Goose Pale Ale, la otra que había en Cask, pero es que no habría podido disfrutarla si la hubiese tenido que beber tan rápido.

Como observación curiosa, que para saber si fue pura casualidad o tendencia tendría que pasar mucho más tiempo en la ciudad, en los pubs en los que estuve solo vi pedir Ale a tres personas, dos de ellas en The Gunmaker's. Todos los demás, que no fueron poco, pedían pintas de Alpine Lager o Pure Brewed Lager en los bares de Sam Smith, y eurolager tipo Heineken y demás en los demás garitos. ¿Están conquistando las lager las Islas Británicas en detrimento de sus estupendas cervezas? ¿Ya lo habían hecho y me he enterado tarde? ¿O simplemente me pegué todo el viaje encontrándome con "lagerboys"? Si alguien sabe algo, se agradecerá la aclaración.

La Mejor y la Peor

Curiosamente las dos que se llevan este galardon las tomé en la misma manzana (o si no, casi).

Si no hubiese sido por la visita a The Gunmaker's, para la mejor ahora mismo me debatiría entre dos de Samuel Smith: Old Brewery Extra Stout y Sovereign Best Bitter, ambas de un nivel, para mi gusto, excelente. Sin embargo, la maravillosa Black Cat, una Mild de la cervecera Moorhouse's que tomé allí rompió todos mis esquemas. Oscura, muy sabrosa, con un intenso gusto a humo, sin llegar a una Rauchbier por supuesto pero incluso por encima de Kaiserdom Alt-Bamberg Dunkel, de trago fácil y con un regusto ahumado exquisito. Una auténtica delicia... y una pena que no se haga más cerveza de este estilo.

Y el dudoso honor de ser la peor pinta que he tomado en Londres se lo lleva una cerveza que no es en absoluto mala, Well's Bombardier. Sucedió que la primera vez que fui a The Gunmaker's estaba cerrado así que decidimos entrar en un pub cercano (para ser sincero, el primero que se cruzó en nuestro camino) Allí pedí media pinta, que fué servida sin demasiada destreza, y que para acabar de rematar la jugada estaba caliente como una sopa. Cierto es que una cerveza demasiado fría es un auténtico estropicio, pero tampoco hay que irse al otro extremo.

En fin, hasta aquí el resumen del viaje, espero que no se haya hecho demasiado largo. Dejo como despedida una foto de Hyde Park tomada por una persona mucho más fuerte que cualquiera. ¡Salud!

miércoles, 21 de julio de 2010

Düsseldorf y Colonia

La semana pasada nos embarcamos en un suculento viaje que veníamos planeando desde hacía bastante tiempo: un recorrido cultural-cervecil que haría que cuatro compañeros de jarana (entre ellos Embracing y yo) conociéramos un poco más el país germano. Las ciudades elegidas: Düsseldorf y Colonia.

DÜSSELDORF:


Tras un primer episodio con el coche nos montamos en el avión, dejando atrás Zaragoza en un mar de calor. Una vez en Düsseldorf (después de dejar el aeropuerto de Weeze, a una considerable distancia de esta ciudad), aparcamos nuestros bártulos en el lujoso hostal en el que nos hospedaríamos, y nos lanzamos a las urbanas calles de la espléndida Düsseldorf. Era bastante tarde, por lo que fue motivo de júbilo encontrar un veinticuatro horas repleto de cervezas. Lo que no resultó tan magnífico fue hacernos a la idea del concepto de frigorífico que allí se trabajaba: estaba menos caliente una cerveza del tiempo que una bebida "refrigerada". Con bastante mala gana, nos armamos hasta los dientes con variados y calientes sextetos cerveciles al uso (cerveza alemana corriente y moliente) y nos dispusimos a degustarlos a los pies de una despampanante catedral, prometiéndonos partir al día siguiente en busca de la famosa Alt.


Tras una noche en la que no nos perdimos en absoluto, el segundo día consistió un poco en lo mismo: beber diversas variedades de espumosas germanas, hasta el punto de perfeccionar un sistema de refrigerio consistente en esconder cervezas en los congeladores del supermercado, junto a los guisantes. Sobresaliente encuentro con el estilo alt: Diebels, Schlösser, Schumacher, entre otras marcas que salieron de los estantes de nuestro querido veinticuatro horas, que a priori hicieron las delicias de nuestros paladares (nos trajimos algunas a casa).


“Alt” (vieja) se refiere al antiguo método de elaborar la cerveza (cervezas de fermentación en superficie) que era el habitual antes de que la elaboración “lager” se hiciera popular. Es anterior al aislamiento de las cepas de levadura de fermentación en fondo, aunque muchas de sus características se aproximan a las cervezas lager. (Para más información, este documento).

Tras un último paseo nocturno por el Rin de Düsseldorf, el tercer día nos topamos con un incómodo y elevado precio en el billete que debíamos comprar hacia Amsterdam, nuestra opción a continuación (teníamos un hostal reservado allí). Nos encontramos con la disyuntiva de gastarnos un pastizal o visitar un lugar inesperado, más cercano y asequible a Düsseldorf. De un efusivo combate amañado de 'piedra, papel o tijera' surgió esta segunda opción como la más viable, por lo que llenamos la maleta con un par de alts cada uno y nos dirigimos hacia Colonia (aconsejados por una simpática a la par que latosa señora de Valencia que encontramos por allí).


COLONIA:


Gran elección decantarnos por la región de la cerveza Kölsch, sin duda. El mayor inconveniente de esta ciudad fue arrastrar de las maletas durante todo el día, ya que la idea principal era pasar la noche al raso, y nadie quiso poner dinero en una consigna.


Recorrimos una parte de la ciudad, admiramos la colosal (y sucia) catedral, descansamos a orillas del Rin y por consejo de una señorita que hablaba español, acudimos a un concierto al aire libre que resultó ser un espectáculo surrealista e incómodo. Durante el camino pudimos comprobar con gozo que Colonia disponía de frigoríficos en condiciones, por lo que el viaje a pie fue verdaderamente llevadero, y la kölsch nos sorprendió favorablemente. El día terminó con una agradable conversación con tres españolas que encontramos devorando un kebab enormísimo. Nos recomendaron su hostal, y de una u otra manera, todos pasamos la noche en él.


El día siguiente amanecía con las incomodidades de la caminata y la buena vida, por lo que dedicamos lo que nos quedaba de tiempo a beber y descansar a la sombra de unos árboles, en el Rin. Cuando llegó la hora, nos dirigimos hacia Weeze (el pueblo del aeropuerto) y nos tomamos la última alt del viaje, acompañando una partida de poker de dados (uno de los entretenimientos más frecuentes de nuestra estancia). Pasamos la noche en el aeropuerto a base de Diebels, lectura y alguna que otra cabezada, y finalmente salimos con nuestro avión, dejando atrás esas tierras tudescas.


Un viaje interesante tanto desde el punto de vista cervecil como cultural. Prost!